La resurrección de los judíos libaneses
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La resurrección de los judíos libaneses
La resurrección de los judíos libaneses
Sinagoga de Magen Avraham . | M. G. P.
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Sinagoga de Magen Avraham . | M. G. P.
MONICA G. PRIETO desde BEIRUT
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14 de noviembre de 2009.- Hubo un tiempo, no tan lejano, en que al barrio de Wadi abu Jamil, situado tras el Palacio del Gobierno de Beirut, era conocido como el 'valle de los judíos'. En los años 50 y 60, buena parte de la comunidad judía libanesa se asentaba en este coqueto lugar, donde una importante escuela talmúdica acogía a entre 2.000 y 3.000 alumnos –en su mayoría judíos, pero también musulmanes- e impartía sus clases en francés, hebreo y árabe.
Inaugurada en 1968, la institución educativa no tuvo demasiado tiempo para desarrollarse. En 1975, la guerra civil no distinguió comunidades y arrasó el barrio. Una inmensa mayoría de los 22.000 judíos que vivían en el Líbano emigró a Europa, pero su marcha no es irreversible, a juicio del Consejo de la Comunidad Judío Libanesa.
La organización pretende atraer el regreso con la renovación de la sinagoga de Magen Avraham, un templo erigido en 1926 que durante décadas sirvió de punto de encuentro para los judíos de todo el Líbano.
"Se trataba de una de las sinagogas más bellas de Oriente Próximo y de la más grande, un edificio al estilo de la construcción libanesa tradicional", explica con orgullo Isaac Arazi, presidente del citado grupo. "Pretendemos dejarla como originalmente, con la misma ornamentación, las mismas lámparas y alfombras", prosigue mientras recorre los muros apuntalados donde un equipo de obreros trabaja diariamente desde el pasado agosto.
Seis meses le ha llevado al Consejo recaudar el millón de euros necesario para resucitar la sinagoga, situada en un emplazamiento privilegiado donde hoy Solidere –la compañía constructora fundada por el fallecido Rafic Hariri- ha erigido hoteles, bloques de apartamentos de lujo y edificios de modernas oficinas.
Nada que ver con el antiguo Wadi abu Jamil que recuerda Isaac, de 66 años, cuya infancia transcurrió entre los negocios, cines y recovecos de sus callejuelas. La escuela talmúdica quedó destrozada en los combates –"las milicias no respetaron nada", recuerda Arazi con cierta amargura- y tras el conflicto terminaría siendo demolida.
Los daños en la sinagoga de Magen Avraham fueron enormes. Su interior quedó quemado y su techo destrozado, pero la estructura quedó intacta: suficiente para que el Comité lleve dos años planeando su reconstrucción con el objetivo de resucitar a la comunidad judía, originariamente que hoy apenas cuenta con 2.200 miembros, un 10% del número original.
"Imagínese: antes teníamos 19 sinagogas en este barrio. Por supuesto eran pequeñas, incomparables a Magen Avraham, pero eso da una idea de lo fuerte que era nuestra comunidad", prosigue Arazi. El responsable del Comité explica que los judíos libaneses son sefardíes, y que la primera oleada de emigrantes -en 1710- provenía de España. Huían de la Inquisición, y encontraron en las montañas del Chouf el refugio necesario, según explica el historiador Kirsten Schulze en su libro 'Los judíos del Líbano'.
Durante el mandato del Imperio Otomano sobre el Líbano, fue reconocida como una de las 18 comunidades religiosas del país del Cedro, una condición que mantiene con orgullo y que, según Arazi, no le ha traído problemas. "Nuestros miembros no se meten en política. Pero ante todo y por encima de todo, somos libaneses e incluso quienes viven en el exilio se sienten libaneses. Somos muy bien tratados, este es un país abierto a todo el mundo".
'Perfil bajo'
Eso no quiere decir que la comunidad judía admita abiertamente su condición en un país bajo continuas agresiones del único Estado judío del mundo. "No nos mezclamos demasiado, pero no nos escondemos. Mantenemos un perfil bajo, ¿para qué provocar? Este país nos trata mucho mejor que otras naciones árabes, pero no presumimos de nuestra condición".
El presidente del Consejo de Judíos Libaneses no recuerda que su comunidad haya tenido ni un solo problema por cuestiones políticas, pese a que la mayoría de los chiíes libaneses militan en Hizbula y consideran, como el resto del Líbano, a Israel su principal enemigo.
"Nunca hemos recibido amenazas", confía. Ayuda el hecho de que se sientan libaneses, y que como tales rechacen ofensivas como los bombardeos israelíes de 2006. "Eso es algo inaceptable. Este es un país de paz, y nuestro principal deseo es que la paz se instale en la región".
El Comité no ha dudado en publicitar la renovación de la sinagoga en los medios locales, como ocurre con los trabajos de limpieza del cementerio judío de Beirut. "Incluso hemos salido en televisión y no nos ha traído ningún problema. Pero tampoco nos ha reportado ayudas del resto de comunidades", prosigue.
Solidere, conocida por arrasar con la arquitectura tradicional para sustituirla por innovadores edificios, no sólo amparó la reconstrucción de la vieja sinagoga –"es un monumento histórico, es bueno para el país", aduce Arazi- sino que ha donado 50.000 dólares, una cifra que se espera aumente hasta los 100.000. Un político libanés ha ofrecido 25.000 dólares, pero el grueso de la financiación ha llegado de manos de los judíos libaneses, que han sumado 300.000 dólares.
Si el próximo año Magen Avraham vuelve a abrir sus puertas y hay fondos suficientes –siempre escasos, denuncia el Comité, que atrae donaciones online- el siguiente proyecto será renovar las otras cuatro sinagogas repartidas por el Líbano. "Esto no lo hacemos por nosotros, sino por el futuro de nuestra comunidad", concluye Arazi.
Sinagoga de Magen Avraham . | M. G. P.
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Sinagoga de Magen Avraham . | M. G. P.
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14 de noviembre de 2009.- Hubo un tiempo, no tan lejano, en que al barrio de Wadi abu Jamil, situado tras el Palacio del Gobierno de Beirut, era conocido como el 'valle de los judíos'. En los años 50 y 60, buena parte de la comunidad judía libanesa se asentaba en este coqueto lugar, donde una importante escuela talmúdica acogía a entre 2.000 y 3.000 alumnos –en su mayoría judíos, pero también musulmanes- e impartía sus clases en francés, hebreo y árabe.
Inaugurada en 1968, la institución educativa no tuvo demasiado tiempo para desarrollarse. En 1975, la guerra civil no distinguió comunidades y arrasó el barrio. Una inmensa mayoría de los 22.000 judíos que vivían en el Líbano emigró a Europa, pero su marcha no es irreversible, a juicio del Consejo de la Comunidad Judío Libanesa.
La organización pretende atraer el regreso con la renovación de la sinagoga de Magen Avraham, un templo erigido en 1926 que durante décadas sirvió de punto de encuentro para los judíos de todo el Líbano.
"Se trataba de una de las sinagogas más bellas de Oriente Próximo y de la más grande, un edificio al estilo de la construcción libanesa tradicional", explica con orgullo Isaac Arazi, presidente del citado grupo. "Pretendemos dejarla como originalmente, con la misma ornamentación, las mismas lámparas y alfombras", prosigue mientras recorre los muros apuntalados donde un equipo de obreros trabaja diariamente desde el pasado agosto.
Seis meses le ha llevado al Consejo recaudar el millón de euros necesario para resucitar la sinagoga, situada en un emplazamiento privilegiado donde hoy Solidere –la compañía constructora fundada por el fallecido Rafic Hariri- ha erigido hoteles, bloques de apartamentos de lujo y edificios de modernas oficinas.
Nada que ver con el antiguo Wadi abu Jamil que recuerda Isaac, de 66 años, cuya infancia transcurrió entre los negocios, cines y recovecos de sus callejuelas. La escuela talmúdica quedó destrozada en los combates –"las milicias no respetaron nada", recuerda Arazi con cierta amargura- y tras el conflicto terminaría siendo demolida.
Los daños en la sinagoga de Magen Avraham fueron enormes. Su interior quedó quemado y su techo destrozado, pero la estructura quedó intacta: suficiente para que el Comité lleve dos años planeando su reconstrucción con el objetivo de resucitar a la comunidad judía, originariamente que hoy apenas cuenta con 2.200 miembros, un 10% del número original.
"Imagínese: antes teníamos 19 sinagogas en este barrio. Por supuesto eran pequeñas, incomparables a Magen Avraham, pero eso da una idea de lo fuerte que era nuestra comunidad", prosigue Arazi. El responsable del Comité explica que los judíos libaneses son sefardíes, y que la primera oleada de emigrantes -en 1710- provenía de España. Huían de la Inquisición, y encontraron en las montañas del Chouf el refugio necesario, según explica el historiador Kirsten Schulze en su libro 'Los judíos del Líbano'.
Durante el mandato del Imperio Otomano sobre el Líbano, fue reconocida como una de las 18 comunidades religiosas del país del Cedro, una condición que mantiene con orgullo y que, según Arazi, no le ha traído problemas. "Nuestros miembros no se meten en política. Pero ante todo y por encima de todo, somos libaneses e incluso quienes viven en el exilio se sienten libaneses. Somos muy bien tratados, este es un país abierto a todo el mundo".
'Perfil bajo'
Eso no quiere decir que la comunidad judía admita abiertamente su condición en un país bajo continuas agresiones del único Estado judío del mundo. "No nos mezclamos demasiado, pero no nos escondemos. Mantenemos un perfil bajo, ¿para qué provocar? Este país nos trata mucho mejor que otras naciones árabes, pero no presumimos de nuestra condición".
El presidente del Consejo de Judíos Libaneses no recuerda que su comunidad haya tenido ni un solo problema por cuestiones políticas, pese a que la mayoría de los chiíes libaneses militan en Hizbula y consideran, como el resto del Líbano, a Israel su principal enemigo.
"Nunca hemos recibido amenazas", confía. Ayuda el hecho de que se sientan libaneses, y que como tales rechacen ofensivas como los bombardeos israelíes de 2006. "Eso es algo inaceptable. Este es un país de paz, y nuestro principal deseo es que la paz se instale en la región".
El Comité no ha dudado en publicitar la renovación de la sinagoga en los medios locales, como ocurre con los trabajos de limpieza del cementerio judío de Beirut. "Incluso hemos salido en televisión y no nos ha traído ningún problema. Pero tampoco nos ha reportado ayudas del resto de comunidades", prosigue.
Solidere, conocida por arrasar con la arquitectura tradicional para sustituirla por innovadores edificios, no sólo amparó la reconstrucción de la vieja sinagoga –"es un monumento histórico, es bueno para el país", aduce Arazi- sino que ha donado 50.000 dólares, una cifra que se espera aumente hasta los 100.000. Un político libanés ha ofrecido 25.000 dólares, pero el grueso de la financiación ha llegado de manos de los judíos libaneses, que han sumado 300.000 dólares.
Si el próximo año Magen Avraham vuelve a abrir sus puertas y hay fondos suficientes –siempre escasos, denuncia el Comité, que atrae donaciones online- el siguiente proyecto será renovar las otras cuatro sinagogas repartidas por el Líbano. "Esto no lo hacemos por nosotros, sino por el futuro de nuestra comunidad", concluye Arazi.
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