Crimes de guerra sem castigo
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Crimes de guerra sem castigo
Quarta-feira, Julho 15, 2009
Crimes de guerra sem castigo
"Abrimos fuego y no hacemos preguntas". "Nos dijeron que debíamos arrasar la mayor parte posible de nuestra zona". "Mi comandante me dijo, medio sonriendo, medio serio, que esas demoliciones podrían añadirse a su lista de crímenes de guerra". "Si alguna vez nos hablaron de inocentes, fue para decirnos que no había inocentes".
Es el turno de los soldados israelíes. Dirigentes, académicos y
analistas hebreos; políticos y civiles palestinos; organizaciones no
gubernamentales internacionales y locales; Naciones Unidas. Todos han
investigado y extraído conclusiones de la guerra que el Ejército israelí
lanzó contra Gaza el invierno pasado. ¿Guerra? "¿Es realmente plausible
denominar batallas al bombardeo con artillería y tanques, y al fuego
lanzado desde helicópteros y aviones?", se pregunta el abogado Michael
Sfard, defensor ante los tribunales israelíes de muchas víctimas
palestinas del Ejército. "Es el ataque más duro que ha infligido el
Estado de Israel a una zona urbana densamente poblada por civiles",
añade Sfard. Algún ex diplomático israelí confiesa, exigiendo no ser
citado, que las operaciones por tierra, después de la primera semana de
bombardeos aéreos, fueron "un exceso". Pero ahora lo han contado a
Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio), una ONG israelí, 26
militares que participaron en la campaña. Algunos se plantaron ante las
cámaras y prefirieron que su rostro fuera difuminado. Otro, como el
experimentado sargento reservista Amir, a cara descubierta. Su
descripción provoca escalofríos y explica por qué varias zonas de Gaza
parecían devastadas por un terremoto. A todos ellos les resultará muy
difícil tragarse la coletilla que los líderes de su país utilizan a
destajo: "El Ejército de Israel", dicen, "es el más moral del mundo". La
guerra de Gaza ha sido un punto y aparte. No hubo reglas y los crímenes
de guerra, según la ONG, no fueron ni mucho menos hechos aislados.
Todo
fue diseñado para acometer una "guerra sin bajas", en palabras de
Sfard. Y como relata Yehuda Shaul, uno de los directivos de Breaking the
Silence, "la mejor manera
de defenderse es disparando fuego masivamente. Así el enemigo no saca
la cabeza. Se bombardearon barrios y viviendas sabiendo que se iba a
matar a civiles. Después de lanzar octavillas sobre un barrio, se
decidió que se podía matar a quien fuera". 1.400 palestinos perdieron la vida en 22 días de contienda, una gran mayoría de ellos civiles. Las
milicias palestinas mataron a tres inocentes israelíes con cohetes
kassam. De los nueve soldados caídos, cuatro lo fueron por fuego amigo.
Unas 50.000 casas, 200 escuelas, casi un millar de fábricas fueron
dañadas o convertidas en ruinas, según Naciones Unidas. La lucha entre
militares y milicianos fue la excepción en una campaña en la que
soldados disparaban contra depósitos de agua por aburrimiento; en la que
se lanzaron bombas de fósforo en zonas civiles, en las que muchos
soldados se dieron al pillaje, y en la que se disparaban cañones para
despertar a una compañía.
"Las
reglas de combate no distinguieron entre combatientes y civiles; no
tuvieron en consideración que los combates tuvieron lugar en una zona
donde debía conocerse la presencia de niños, mujeres y ancianos; se
emplearon armas con un radio de precisión inapropiado para áreas llenas
de civiles; la amplia devastación; la destrucción sistemática; su
increíble magnitud; la destrucción de casas, apartamentos, edificios
públicos y propiedades, en muchos casos sin que respondiera a una
aparente necesidad militar",
precisa Sfard. "Disparar a cualquiera que se supone no debe estar en un
lugar" fue una regla destinada a impedir bajas propias. A cualquier
precio. No se daban órdenes precisas, pero todos los soldados coinciden
en que había que hacer lo que fuera para no caer heridos. Un militar
admite que se empleó con profusión la denominada "entrada mojada". Es
decir, el allanamiento de una casa a tiro limpio. En ocasiones lanzando
misiles o proyectiles antitanque. Después se comprobaría lo que había
dentro.
La
destrucción, deliberada según los testimonios, fue minuciosamente
planificada. Antes de la guerra, durante el entrenamiento, "nos dimos
cuenta de que esta vez no se trataba de una campaña, sino de una guerra
en la que te quitas los guantes... Las consideraciones que estábamos
acostumbrados a escuchar sobre las reglas de combate, y los esfuerzos
por no dañar a inocentes no se escucharon esta vez. Al contrario... Un
comandante nos dijo que no habría segundos pensamientos sobre cualquier
amenaza, real o imaginaria, que pudiéramos sentir... La idea era abrir
fuego y no intentar considerar las repercusiones. Ante cualquier
obstáculo, ante cualquier problema, abrimos fuego y no hacemos
preguntas. Si hay un vehículo en el camino, se aplasta; si hay un
edificio se bombardea. Éste es el espíritu que se transmitió durante el
entrenamiento", relata Amir.
El componente religioso también jugó su papel. "Se
repartieron pasquines con el sello del Ejército y su Rabinato que
contenían material político explícito: los palestinos eran descritos
como los filisteos, nuevos en esta tierra. Como alienígenas en esta
tierra que nosotros debemos retomar. Luego el rabino Chen nos habló de
la santidad del pueblo de Israel y de que estábamos luchando en una
guerra entre la luz y la oscuridad llena de connotaciones apocalípticas y
escatológicas. El lenguaje era altamente mesiánico. La guerra entre la
luz y la oscuridad era la preparación para la redención. Pero más
perturbador que este asunto religioso era la demonización del otro, los
hijos de la oscuridad, mientras nosotros éramos los hijos de la luz.
Esto es muy problemático porque se podría esperar que se hiciera una
distinción con los civiles", narra otro militar.
Un
activista de la ONG israelí Breaking the Silence le pregunta a Amir,
que ha servido en Gaza y Cisjordania varias veces como reservista: ¿Esto
era nuevo para ti? "Sí. Sin ninguna sombra de duda... Nunca tuve
permiso o recibí instrucciones para comportarme de este modo... De
alguna manera, el Ejército siempre planteaba vías para tratar de evitar
heridos. En esta ocasión, la sensación era la contraria. Como si herir a
civiles no jugara un papel en las consideraciones... Si alguna vez nos
hablaron de inocentes fue para decirnos que no habría inocentes. Todos
allí eran el enemigo. Es una frase que escuchamos al comandante de la
brigada... No había normas para el combate. La norma era disparar".
Relata
un soldado que observó a un hombre con una antorcha y camisa blanca
aproximarse. Pidió a su comandante permiso varias veces para realizar
disparos de disuasión (a metros de distancia para que el palestino se
detuviera) tras informarle de que el hombre no iba armado. El oficial no
se lo concedió. Cuando
ya estaba muy cerca, cuanta el uniformado: "De pronto una explosión de
fuego que venía de arriba nos hizo saltar a todos. El hombre comenzó a
chillar. No lo olvidaré mientras viva. Todo el mundo disparaba y el
hombre gritaba. El comandante bajó las escaleras y dijo: 'Este es el
comienzo de la noche'. Se preguntó al comandante porque no había
autorizado el fuego de disuasión, y contestó: 'Es de noche y era un
terrorista'. Cuando le dijimos que el hombre sólo llevaba una antorcha,
respondió: 'No importa, era de noche'... Al día siguiente enviamos a un
perro para detectar si tenía explosivos. No tenía nada. Sólo su
antorcha.
Mientras el presidente Simón Peres y varios miembros
del Gobierno repitieron hasta la saciedad que Hamás y los demás grupos
armados palestinos utilizaron escudos humanos en sus operaciones y que
sus acusaciones eran propaganda, resulta patente, a tenor de estos
testimonios, que el Ejército israelí sí los utilizó. "Johnnies". Así
llamaban los uniformados a los palestinos que eran forzados, encañonados
y maniatados, a entrar en las casas sospechosas de albergar a
milicianos. En alguna ocasión, alguno debió entrar más de una vez para
tratar de convencer a los hombres armados milicianos de que se
rindieran. ¿Y si no se rendían, se derribaba la casa sobre ellos? "Sí",
contesta un sargento de la Brigada Golani. Otras veces obligaban a los
palestinos a taladrar paredes con martillos mecánicos para eludir
cualquier riesgo de que los soldados se toparan con una trampa
explosiva.
"No era
necesario tanto fuego. Tengo la sensación de que el Ejército buscaba una
oportunidad para llevar a cabo una demostración de fuerza espectacular.
Es la única explicación para el uso de morteros dentro de una zona
urbana", explica un sargento de una brigada de infantería que fue enviado a Netzarim, al sur de la ciudad de Gaza. "Los
objetivos de la guerra eran vagos. Pero nos dijeron que debíamos
arrasar la mayor parte de la zona posible. Esto es un eufemismo de
destrucción sistemática". El
suboficial explica que las casas se derribaban por dos razones. Una
operacional: la sospecha de que en una vivienda se guardaban armas, o si
de ella partían túneles, o si había señales de que se había excavado.
El segundo motivo lo denominaron "El día después", teniendo siempre en
mente que la operación era de duración limitada. "La
idea era dejar un área estéril detrás de nosotros cuando nos
marcháramos. Y el mejor modo para lograrlo era arrasar la zona. Así
tendríamos buena capacidad de fuego, visibilidad abierta. Podíamos
verlo todo. Eso significaba las demoliciones para el "Día Después". En
la práctica, esto supuso derribar casas que no eran sospechosas. Puedo
incluso decir que, en una conversación con mi comandante, mencionó,
medio sonriente, medio triste, que esto podría añadirse a su lista de
crímenes de guerra".
No se escatimaron métodos ni recursos. "Todos
los medios de destrucción se utilizaron, al menos los que yo conozco.
Las casas eran demolidas con excavadoras D-9 que trabajaban
continuamente, pero la artillería, helicópteros, tanques y aviones
también se emplearon. Y morteros de 81 milímetros, creo. Y, por
supuesto, unidades especiales de ingenieros que hicieron explosiones
controladas de casas. Las explosiones eran constantes. No siempre sabían
porqué, pero volaban casas diariamente". En
los alrededores de donde se instaló la compañía de este sargento no
hubo combates. "No, no. En general no vimos a nadie vivo, excepto los
soldados". También con experiencia en la franja de Gaza, el sargento
coincide con los demás militares: "La destrucción fue en una escala
diferente. Nunca había conocido semejante poder de fuego".
¿Que
te preocupa de esta operación? Y responde otro soldado: "Primero, tanta
destrucción, todo ese fuego contra inocentes. La conmoción de darme
cuenta de con quien he estado en esto. ¡Como se comportaban mis
compañeros! Es asombroso, inconcebible... Todo ese odio, disfrutar
matando. (Decían): 'He matado a un terrorista, uuuau'. 'Le reventamos la
cabeza". Otro compañero se muestra aliviado por haber sido destinado a
otra unidad con soldados más veteranos. "No eran de gatillo fácil",
comenta.
El
Ejército lamentó que otra ONG haya difundido un informe con testimonios
anónimos. Al menos uno, el del sargento Amir, no lo es."
Etiquetas: guerra, Israel
posted by Cão de Guarda at 23:46
|
1 co
Crimes de guerra sem castigo
"No
había inocentes en Gaza"- 26 soldados que participaron en la guerra
explican a una ONG israelí las atrocidades perpetradas durante 22 días
de contienda
Publico aqui a totalidade da reportagem do jornal El País, pois creio que é esclarecedora.
Por falta de tempo, não me foi possível fazer a sua tradução. Os sublinhados são meus.
había inocentes en Gaza"- 26 soldados que participaron en la guerra
explican a una ONG israelí las atrocidades perpetradas durante 22 días
de contienda
Publico aqui a totalidade da reportagem do jornal El País, pois creio que é esclarecedora.
Por falta de tempo, não me foi possível fazer a sua tradução. Os sublinhados são meus.
Es el turno de los soldados israelíes. Dirigentes, académicos y
analistas hebreos; políticos y civiles palestinos; organizaciones no
gubernamentales internacionales y locales; Naciones Unidas. Todos han
investigado y extraído conclusiones de la guerra que el Ejército israelí
lanzó contra Gaza el invierno pasado. ¿Guerra? "¿Es realmente plausible
denominar batallas al bombardeo con artillería y tanques, y al fuego
lanzado desde helicópteros y aviones?", se pregunta el abogado Michael
Sfard, defensor ante los tribunales israelíes de muchas víctimas
palestinas del Ejército. "Es el ataque más duro que ha infligido el
Estado de Israel a una zona urbana densamente poblada por civiles",
añade Sfard. Algún ex diplomático israelí confiesa, exigiendo no ser
citado, que las operaciones por tierra, después de la primera semana de
bombardeos aéreos, fueron "un exceso". Pero ahora lo han contado a
Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio), una ONG israelí, 26
militares que participaron en la campaña. Algunos se plantaron ante las
cámaras y prefirieron que su rostro fuera difuminado. Otro, como el
experimentado sargento reservista Amir, a cara descubierta. Su
descripción provoca escalofríos y explica por qué varias zonas de Gaza
parecían devastadas por un terremoto. A todos ellos les resultará muy
difícil tragarse la coletilla que los líderes de su país utilizan a
destajo: "El Ejército de Israel", dicen, "es el más moral del mundo". La
guerra de Gaza ha sido un punto y aparte. No hubo reglas y los crímenes
de guerra, según la ONG, no fueron ni mucho menos hechos aislados.
Todo
fue diseñado para acometer una "guerra sin bajas", en palabras de
Sfard. Y como relata Yehuda Shaul, uno de los directivos de Breaking the
Silence, "la mejor manera
de defenderse es disparando fuego masivamente. Así el enemigo no saca
la cabeza. Se bombardearon barrios y viviendas sabiendo que se iba a
matar a civiles. Después de lanzar octavillas sobre un barrio, se
decidió que se podía matar a quien fuera". 1.400 palestinos perdieron la vida en 22 días de contienda, una gran mayoría de ellos civiles. Las
milicias palestinas mataron a tres inocentes israelíes con cohetes
kassam. De los nueve soldados caídos, cuatro lo fueron por fuego amigo.
Unas 50.000 casas, 200 escuelas, casi un millar de fábricas fueron
dañadas o convertidas en ruinas, según Naciones Unidas. La lucha entre
militares y milicianos fue la excepción en una campaña en la que
soldados disparaban contra depósitos de agua por aburrimiento; en la que
se lanzaron bombas de fósforo en zonas civiles, en las que muchos
soldados se dieron al pillaje, y en la que se disparaban cañones para
despertar a una compañía.
"Las
reglas de combate no distinguieron entre combatientes y civiles; no
tuvieron en consideración que los combates tuvieron lugar en una zona
donde debía conocerse la presencia de niños, mujeres y ancianos; se
emplearon armas con un radio de precisión inapropiado para áreas llenas
de civiles; la amplia devastación; la destrucción sistemática; su
increíble magnitud; la destrucción de casas, apartamentos, edificios
públicos y propiedades, en muchos casos sin que respondiera a una
aparente necesidad militar",
precisa Sfard. "Disparar a cualquiera que se supone no debe estar en un
lugar" fue una regla destinada a impedir bajas propias. A cualquier
precio. No se daban órdenes precisas, pero todos los soldados coinciden
en que había que hacer lo que fuera para no caer heridos. Un militar
admite que se empleó con profusión la denominada "entrada mojada". Es
decir, el allanamiento de una casa a tiro limpio. En ocasiones lanzando
misiles o proyectiles antitanque. Después se comprobaría lo que había
dentro.
La
destrucción, deliberada según los testimonios, fue minuciosamente
planificada. Antes de la guerra, durante el entrenamiento, "nos dimos
cuenta de que esta vez no se trataba de una campaña, sino de una guerra
en la que te quitas los guantes... Las consideraciones que estábamos
acostumbrados a escuchar sobre las reglas de combate, y los esfuerzos
por no dañar a inocentes no se escucharon esta vez. Al contrario... Un
comandante nos dijo que no habría segundos pensamientos sobre cualquier
amenaza, real o imaginaria, que pudiéramos sentir... La idea era abrir
fuego y no intentar considerar las repercusiones. Ante cualquier
obstáculo, ante cualquier problema, abrimos fuego y no hacemos
preguntas. Si hay un vehículo en el camino, se aplasta; si hay un
edificio se bombardea. Éste es el espíritu que se transmitió durante el
entrenamiento", relata Amir.
El componente religioso también jugó su papel. "Se
repartieron pasquines con el sello del Ejército y su Rabinato que
contenían material político explícito: los palestinos eran descritos
como los filisteos, nuevos en esta tierra. Como alienígenas en esta
tierra que nosotros debemos retomar. Luego el rabino Chen nos habló de
la santidad del pueblo de Israel y de que estábamos luchando en una
guerra entre la luz y la oscuridad llena de connotaciones apocalípticas y
escatológicas. El lenguaje era altamente mesiánico. La guerra entre la
luz y la oscuridad era la preparación para la redención. Pero más
perturbador que este asunto religioso era la demonización del otro, los
hijos de la oscuridad, mientras nosotros éramos los hijos de la luz.
Esto es muy problemático porque se podría esperar que se hiciera una
distinción con los civiles", narra otro militar.
Un
activista de la ONG israelí Breaking the Silence le pregunta a Amir,
que ha servido en Gaza y Cisjordania varias veces como reservista: ¿Esto
era nuevo para ti? "Sí. Sin ninguna sombra de duda... Nunca tuve
permiso o recibí instrucciones para comportarme de este modo... De
alguna manera, el Ejército siempre planteaba vías para tratar de evitar
heridos. En esta ocasión, la sensación era la contraria. Como si herir a
civiles no jugara un papel en las consideraciones... Si alguna vez nos
hablaron de inocentes fue para decirnos que no habría inocentes. Todos
allí eran el enemigo. Es una frase que escuchamos al comandante de la
brigada... No había normas para el combate. La norma era disparar".
Relata
un soldado que observó a un hombre con una antorcha y camisa blanca
aproximarse. Pidió a su comandante permiso varias veces para realizar
disparos de disuasión (a metros de distancia para que el palestino se
detuviera) tras informarle de que el hombre no iba armado. El oficial no
se lo concedió. Cuando
ya estaba muy cerca, cuanta el uniformado: "De pronto una explosión de
fuego que venía de arriba nos hizo saltar a todos. El hombre comenzó a
chillar. No lo olvidaré mientras viva. Todo el mundo disparaba y el
hombre gritaba. El comandante bajó las escaleras y dijo: 'Este es el
comienzo de la noche'. Se preguntó al comandante porque no había
autorizado el fuego de disuasión, y contestó: 'Es de noche y era un
terrorista'. Cuando le dijimos que el hombre sólo llevaba una antorcha,
respondió: 'No importa, era de noche'... Al día siguiente enviamos a un
perro para detectar si tenía explosivos. No tenía nada. Sólo su
antorcha.
Mientras el presidente Simón Peres y varios miembros
del Gobierno repitieron hasta la saciedad que Hamás y los demás grupos
armados palestinos utilizaron escudos humanos en sus operaciones y que
sus acusaciones eran propaganda, resulta patente, a tenor de estos
testimonios, que el Ejército israelí sí los utilizó. "Johnnies". Así
llamaban los uniformados a los palestinos que eran forzados, encañonados
y maniatados, a entrar en las casas sospechosas de albergar a
milicianos. En alguna ocasión, alguno debió entrar más de una vez para
tratar de convencer a los hombres armados milicianos de que se
rindieran. ¿Y si no se rendían, se derribaba la casa sobre ellos? "Sí",
contesta un sargento de la Brigada Golani. Otras veces obligaban a los
palestinos a taladrar paredes con martillos mecánicos para eludir
cualquier riesgo de que los soldados se toparan con una trampa
explosiva.
"No era
necesario tanto fuego. Tengo la sensación de que el Ejército buscaba una
oportunidad para llevar a cabo una demostración de fuerza espectacular.
Es la única explicación para el uso de morteros dentro de una zona
urbana", explica un sargento de una brigada de infantería que fue enviado a Netzarim, al sur de la ciudad de Gaza. "Los
objetivos de la guerra eran vagos. Pero nos dijeron que debíamos
arrasar la mayor parte de la zona posible. Esto es un eufemismo de
destrucción sistemática". El
suboficial explica que las casas se derribaban por dos razones. Una
operacional: la sospecha de que en una vivienda se guardaban armas, o si
de ella partían túneles, o si había señales de que se había excavado.
El segundo motivo lo denominaron "El día después", teniendo siempre en
mente que la operación era de duración limitada. "La
idea era dejar un área estéril detrás de nosotros cuando nos
marcháramos. Y el mejor modo para lograrlo era arrasar la zona. Así
tendríamos buena capacidad de fuego, visibilidad abierta. Podíamos
verlo todo. Eso significaba las demoliciones para el "Día Después". En
la práctica, esto supuso derribar casas que no eran sospechosas. Puedo
incluso decir que, en una conversación con mi comandante, mencionó,
medio sonriente, medio triste, que esto podría añadirse a su lista de
crímenes de guerra".
No se escatimaron métodos ni recursos. "Todos
los medios de destrucción se utilizaron, al menos los que yo conozco.
Las casas eran demolidas con excavadoras D-9 que trabajaban
continuamente, pero la artillería, helicópteros, tanques y aviones
también se emplearon. Y morteros de 81 milímetros, creo. Y, por
supuesto, unidades especiales de ingenieros que hicieron explosiones
controladas de casas. Las explosiones eran constantes. No siempre sabían
porqué, pero volaban casas diariamente". En
los alrededores de donde se instaló la compañía de este sargento no
hubo combates. "No, no. En general no vimos a nadie vivo, excepto los
soldados". También con experiencia en la franja de Gaza, el sargento
coincide con los demás militares: "La destrucción fue en una escala
diferente. Nunca había conocido semejante poder de fuego".
¿Que
te preocupa de esta operación? Y responde otro soldado: "Primero, tanta
destrucción, todo ese fuego contra inocentes. La conmoción de darme
cuenta de con quien he estado en esto. ¡Como se comportaban mis
compañeros! Es asombroso, inconcebible... Todo ese odio, disfrutar
matando. (Decían): 'He matado a un terrorista, uuuau'. 'Le reventamos la
cabeza". Otro compañero se muestra aliviado por haber sido destinado a
otra unidad con soldados más veteranos. "No eran de gatillo fácil",
comenta.
El
Ejército lamentó que otra ONG haya difundido un informe con testimonios
anónimos. Al menos uno, el del sargento Amir, no lo es."
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Só discuto o que nao sei ...O ke sei ensino ...POIZ
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